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La marginación de las humanidades

Es imposible entender nuestra ética y moral si no miramos atrás para escuchar a los antiguos maestros griegos

En abril de 2019, saltaba la noticia de que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, pretendía disminuir la inversión en los estudios universitarios de Filosofía, Sociología y, en general, de Humanidades.

Estas medidas, que ya habían levantado polémica años atrás al ser planteadas por el gobierno japonés, denigran el saber humanístico en favor del científico.

En un rincón oscuro y polvoriento

Es innegable que la ciencia se ha convertido en la columna vertebral del conocimiento actual. Como consecuencia, se han dejado abandonados en un rincón oscuro y polvoriento muchos campos de estudio.

La objetividad que el método científico exige ha llevado al menosprecio de aquellos aspectos de la existencia humana que no pueden ser analizados bajo esa lente. La cultura y aquellas disciplinas que la estudian se han visto profundamente afectadas y aisladas.

La objetividad que el método científico exige ha llevado al menosprecio de aquellos aspectos de la existencia humana que no pueden ser analizados bajo esa lente

Sin embargo, no son pocos los expertos que reivindican la revitalización de una visión mucho más completa de las ciencias.

El catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, N. Ortega Cantero, analiza en su obra Geografía y cultura esta propuesta desde la disciplina de la Geografía, pero fácilmente la podríamos extrapolar a otros campos.

Los estudios de cualquier tipo tienen una importante vertiente cultural. Suprimirla nos lleva a tener trabajos parciales y nos puede conducir a una totalidad irracional a la hora de pretender una visión conjunta de estudios seccionados.

Incluso la ciencia más pura, aquella que sigue el más estricto método científico, se halla en permanente contacto con las circunstancias que lo rodean.

El éxito de la narrativa de las expediciones trajo consigo descubrimientos geográficos importantes.

Arte, literatura y avances científicos

Las Humanidades beben de lo científico, pues nuestro imaginario colectivo se alimenta de nuestras relaciones con el mundo físico. El arte o la literatura a lo largo de la historia se han empapado de los avances científicos llegando incluso a marcar su avance.

Un ejemplo claro de cómo literatura y ciencia se funden en un campo de apoyo mutuo es, sin lugar a dudas, el papel desempeñado por la novela de aventuras, género que experimentó un gran auge en el siglo XIX.

El éxito de la narrativa de las expediciones aumentó su frecuencia y trajo consigo descubrimientos geográficos importantes. No es difícil detectar la huella de esta relación en géneros como la ciencia ficción. Por tanto, nuestro plano simbólico (cine, pintura, novelas, poesía…) tiene fuertes relaciones con el plano objetivo.

No obstante, las ciencias también se nutren de lo humano. Un estudio, por puramente exacto, matemático y científico que sea, responde a las necesidades de la humanidad en un momento concreto.

Los grandes descubrimientos se hallan estrechamente ligados a un contexto histórico que los explica

Los grandes descubrimientos se hallan estrechamente ligados a un contexto histórico que los explica.

Las circunstancias que colocaron al astronauta soviético Yuri Gagarin en órbita se derivan de la carrera espacial entre la URSS y los EEUU. Esta se explica por la Guerra Fría, la cual deriva de un conflicto histórico que, en su base, es el enfrentamiento entre la ideología capitalista y socialista.

Otro acontecimiento similar, aprovechando el 50 aniversario, sería la llegada del hombre a la Luna. Celebraciones de lo científico tras las cuales se esconde una pugna que no se entiende sin haber comprendido los postulados filosóficos del siglo XIX.

Llegada del hombre a la Luna

El mismo nacimiento de las ciencias como la Física viene de las preguntas que se planteaba la Filosofía en el denominado giro axial.

Por otro lado, no debemos olvidar que la narración facilita la difusión del conocimiento. Cada vez es más importante cuidar la calidad de las investigaciones para potenciar su función principal de vehículo del conocimiento.

Es inútil elaborar trabajos plagados de virguerías y términos incomprensibles que solo el autor comprenderá. El receptor debe ser capaz de entender lo que se expone y apropiarse de ese conocimiento. 

Esta preocupación por el estilo, por alcanzar ciertos umbrales de calidad, es una manera de diferenciarse y luchar contra la estandarización matemática que poco a poco va consumiendo todo a su paso. No es solo lo que se dice, sino cómo se dice.

Paula Buedo es estudiante de Periodismo en la Universidad Carlos III.

Ciencias vs. Letras

Feyerabend, en Tratado contra un método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, escribe sobre la cientificidad plena: “¿Deberían transferirse a ella [a la ciencia] todos los derechos para que se ocupe del conocimiento, de forma que cualquier resultado obtenido por otros métodos sea inmediatamente excluido de concurso? […] Mi respuesta será un firme y rotundo NO”.

Esta atribución a la ciencia de los derechos sobre el conocimiento que se hace a menudo desencadena una serie de dilemas en la sociedad actual. Las Humanidades, popularmente conocidas como “letras”, son marginadas y amenazadas con ser borradas de la educación.

Es preocupante, ya que, como hemos afirmado antes, esto supone la eliminación de una parte fundamental para lograr un análisis global. Se huye de aquello de lo que se sospecha que tiene un valor estético o subjetivo, pero no podemos negar u obviar su existencia, ni mucho menos tacharlo de inútil.

El nacimiento de la Física viene de las preguntas que se planteaba la Filosofía en el denominado giro axial

Humanidades significa conocer lo humano, nuestra historia y pensamiento.

No podemos vanagloriarnos y admirar la obra de grandes figuras como Shakespeare, Cervantes o Goya y pretender cercenar el brazo creativo y artístico de nuestro momento histórico.

Es imposible entender nuestra ética y moral si no miramos atrás para escuchar a los antiguos maestros griegos.

Las Humanidades también implican conocer los problemas a los que nos enfrentamos. Sin las grandes filósofas como Emma Goldman, Virginia Woolf o Angela Davis, probablemente hoy no seríamos conscientes de los grandes retos que encaramos como sociedad. Es imperativo que el sistema educativo proporcione al alumnado el material para que entienda y se cuestione el mundo en el que vive.

La brecha insalvable que parece separar los dos mundos ya es de por sí problemática, pero la supresión de la educación humanística y artística sería desastrosa.

Hombres y mujeres sin un pensamiento crítico sobre aquello que no es estrictamente observable, atomizados, sin ningún conocimiento de sí mismos. Debemos hacer frente al borrado de lo personal y subjetivo, que son partes esenciales del ser humano.

Construyamos un sólido puente que borre esa separación para que el alumnado explore todas las disciplinas movido por su curiosidad, sin barreras.

Aparquemos la idea de que los más aptos se dedican a la ciencia. Si dejamos a un lado los prejuicios para potenciar la originalidad y la sensibilidad en la educación, probablemente crearemos un contexto óptimo para dar la bienvenida a generaciones futuras dispuestas progresar, a cuestionarse y cambiar los cimientos más podridos de nuestra sociedad.

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