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Frente a los que piensan que el calentamiento global responde a procesos naturales del propio planeta los geólogos concluyen que vivimos una nueva era, la del Antropoceno, en la que la acción del hombre provoca una degradación natural sin precedentes.
El crecimiento de la población mundial continúa. Se estima que en 2030 seremos 8.500 millones de personas y en 2050 la cifra alcanzará los 9.700 millones.
El modelo económico lineal, basado en la extracción, consumo y desecho ya no vale porque el Planeta está agotando sus recursos.
El uso de los combustibles fósiles y la consecuente emisión de gases de efecto invernadero están provocando un calentamiento global que la comunidad científica asegura que hay que frenar para evitar el colapso del Planeta.
La sobreexplotación de los recursos naturales, con procesos de agricultura y ganadería intensivas, la deforestación y el aprovisionamiento del sector industrial precisan de nuevos modelos basados en la economía circular, cuyo principio básico es imitar la forma en la que la naturaleza hace las cosas.
Alertas de la comunidad científica
En 2019, la Organización Meteorológica Mundial avisó que «existen pruebas fehacientes del aumento de la temperatura mundial y de circunstancias conexas como aumento acelerado del nivel del mar, reducción de los hielos marinos, retroceso de los glaciares y fenómenos extremos como olas de frío y calor».
En 2015, Bam Ki-moon, exsecretario de Naciones Unidas fue rotundo al afirmar que: «somos la primera generación consciente de las evidencias del cambio climático y la última para poner en marcha medidas eficaces que eviten el desastre ecológico. Por lo tanto, trabajar para combatir el cambio climático es una cuestión moral».
Existen diferencias sobre la proximidad del colapso ecológico. Hay quienes pronostican que nos quedan sólo tres años para poner en marcha acciones que reviertan la degradación ecológica.
Instituciones prestigiosas como el MIT se atreven a augurar que nuestros nietos serán los últimos habitantes del Planeta. Otros estudios como el realizado por el investigador australiano Chris Barrie, de la Universidad Nacional de Australia, vaticinan que la extinción del planeta tiene una fecha concreta: 2050.
En cualquier caso, la mayoría de los expertos asegura que los próximos veinte años serán decisivos para acelerar el cambio y coinciden en que no se está haciendo lo suficiente para conseguir la recuperación del Planeta.
¿Y qué podemos hacer?
El Tratado de Paris, firmado en 2015 y suscrito por 197 países estableció una serie de medidas, especialmente dirigidas a evitar que la temperatura del Planeta no supere los 2 grados centígrados.
La Agenda 2030, auspiciada por Naciones Unidas, también hace mención expresa, en sus 17 ODS, a la conservación de la Tierra.
La Unión Europea ha legislado y establecido directivas que restringen la emisión de gases de efecto invernadero, e incluso ha dedicado fondos para que las empresas puedan adaptar sus instalaciones industriales para mejorar su eficiencia energética y reducir los consumos eléctricos.
El abandono de los combustibles fósiles es una tendencia creciente e imprescindible para iniciar la descarbonización, principalmente en procesos agrícolas, ganaderos, industriales y todo lo que respecta a movilidad con vehículos de combustión interna.
Las energías renovables ya han demostrado que son una alternativa válida para el suministro eléctrico y también como generadoras de empleo verde.
Sin embargo, iniciar una transición ecológica, y que sea especialmente justa con los países que no han sido principales responsables de las emisiones de CO2 requiere de grandes inversiones para construir las infraestructuras necesarias.
Un reto global
Sólo en España, la inversión necesaria para acometer esta transición energética oscilaría entre los 330 y los 385 miles de millones de euros, con fecha límite en 2030.
Sin duda nos enfrentamos a un reto global, que requiere la implicación de organizaciones supranacionales, administraciones públicas. Pero también las personas, bien a título individual o en calidad de empresario podemos contribuir a evitar el colapso energético.
Aquí nos hacemos eco de algunas iniciativas como la de Ikea. La multinacional sueca acaba de anunciar que venderá paneles solares para viviendas, a partir de una inversión mínima que rondará los 4.000 euros. Solstrale ya se ha puesto en marcha en ocho países y llegará a España esta primavera, con el apoyo de la empresa Contigo energía.
Y si hablamos de las empresas, hay sectores industriales que requieren de mucho consumo eléctrico como es el caso del frío industrial, tan necesario para la industria agroalimentaria o para determinados productos y/o servicios que requieren refrigeración o conservación a determinadas temperaturas.
Conscientes de la necesidad de reducir la emisión de gases de efecto invernadero y de ahorrar en la factura eléctrica, hay empresas que están apostando por ofrecer a sus clientes el uso de la energía fotovoltaica.
Paneles solares para obtener energía y reducir costes
Hemos hablado con Roche Servicios Técnicos, empresa de ámbito nacional especializada en frío industrial, y nos ha explicado cómo están apostando por ofrecer a sus clientes la instalación de paneles solares en sus cubiertas para obtener energía y reducir sus costes.
Pero nada mejor como poner un ejemplo práctico para comprobar las ventajas del uso de las energías renovables como, en este caso, es la solar.
Para un edificio con una superficie de 4.800 m2 y una potencia instalada de 356 kWp, se instalaron 890 módulos de 400 Wp/ud., lo que genera una producción de electricidad anual de 478.538 kWh.
Gracias a esta infraestructura fotovoltaica se obtiene un ahorro anual de 39.098 €; se reduce la emisión de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera de 266,5 al año; lo que provoca el mismo efecto a si hubiésemos plantado 19.585 árboles.
Las gráficas anuales de consumo también demuestran la caída del consumo eléctrico convencional, durante las horas de sol, y su comparativa con años anteriores en los que no se utilizaba energía fotovoltaica.
En busca de nuevas fuentes de obtención de energía
Y es que, a pesar de que el potencial crecimiento del uso de las renovables podría contribuir a reducir el uso de los combustibles fósiles, científicos como Rob Jackson, de la Universidad de Standford (Estados Unidos), aseguran que la demanda mundial de energía está ya superando el poderoso crecimiento de las energías renovables.
Precisamente por ello, ya se está investigando para obtener nuevas fuentes de obtención de energía, y también para solucionar el problema del almacenamiento.
En China se trabaja en un proyecto para construir una plataforma en el espacio sobre la que se colgarían globos con paneles fotovoltaicos que captarían los rayos solares y enviarían la energía generada a la tierra mediante microondas.
La fusión nuclear también es objeto de estudio. Treinta y cinco países participan en el proyecto ITER TOKOMAK. Pero estamos hablando de soluciones que no estarán disponibles en breve.
Energía mareomotriz
Sin embargo, la energía mareomotriz se ha convertido en una alternativa real, según ha demostrado la empresa gallega Magallanes Renovables.
Con sede en la ciudad viguesa de Redondela, en 2019 pusieron en marcha la plataforma ATIR, en las costas del Norte de Escocia, donde se ubica el Centro Europeo de Energías Marinas. Se trata de una plataforma flotante de 2MW que aprovecha la energía generada por las corrientes marinas y que puede dar soporte a 1.000 viviendas.
Como el movimiento de las corrientes marinas es predecible, se puede saber cuándo se puede disponer de la energía generada por la fuerza de las mareas.
Estudiando aquellas corrientes marinas del planeta cuya fuerza es mayor, se han detectado posibles ubicaciones para otras plataformas en el Estrecho de Gibraltar, el Estrecho de Hudson (Canadá), la costa nordeste de Estados Unidos, la costa de Chile, la costa de Patagonia (Argentina), la costa del norte de Australia y los mares de Japón y Amarillo de Corea.
El futuro de nuestro planeta
Abordamos años decisivos para garantizar el futuro de nuestro planeta: más limpio, más sostenible y más habitable.
Para ello, no debemos perder ni un segundo de tiempo y combinar la oportunidad que nos ofrecen las nuevas tecnologías con la fuerza de la concienciación de cada uno de nosotros.
Hoy, las energías renovables nos enseñan el camino para salvar el planeta.